Nunca me imaginé con cuarenta años.
Ni imaginé que todos empezaran a morirse
y que poco a poco aquella cola avanzaba
y lo único irreversible
era que yo avanzaba con ella.
Me he pasado la vida en busca de verdades absolutas,
o de mentiras confortables,
y ahora no sé si seguir buscando
o sentarme a esperar la próxima cosecha.
No hay más.
No hay nada más.
Sólo este momento,
este frío de enero
-que en marzo ya echaré de menos-.
Llegarán nueve meses de calor.
Parecerá que la vida empieza de nuevo,
pero todo lo que empieza de nuevo
en realidad son las cosas que olvidé anotar en este cuaderno.