Si no te veo como un regalo,
si sólo te abro y te cierro,
te cierro y te abro,
y nos encontramos siempre
perdidos en una isla de palabra
bajo un sol de suposiciones,
caminaremos pero no nos moveremos de aquí.
El guiño inoportuno
y dos horas de silencio.
A dos horas del momento
en que todo vuelve a empezar.
Como un sueño recurrente.
Todo es tan familiar,
y todo es nuevo
y extraño.
Y en el último instante
despertamos en el terror
y en la piel equivocada.
Todavía queda una puerta por abrir
y un presagio de ladrillos y cemento
detrás de ella.