Con el traje viejo de las noches de gala
y la sonrisa ensayada delante del espejo.
Los fotógrafos del pánico se agolpan
delante de la única ventana
que me daba aire fresco a cambio de nada.
«Haced sólo las preguntas
que pueda responder con un no.
Para todo lo demás,
dejad el mensaje,
y esperad vuestro turno contando las horas
y las flores muertas
que otros con algo de corazón
dejaron en la puerta.»