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No sé si te diste cuenta al entrar;
si viste el temporizador en mi mano
y la dinamitada abrazando las patas de la mesa.
Pero ahora estás aquí sentada;
ahí, en la única silla que quedó libre;
la única que no destrozaron la carcoma y las discusiones.

No has esperado ni a un «Entra y siéntate»
ni a un «Eres bienvenida».
No te gustan las normas ni las formalidades,
y sé que en cuanto hablemos otro idioma que no sea la locura
intentarás salir corriendo.
Y sé también que si te digo que esto va a explotar
te abrazarás a mí
con todo tu amor desesperado
y sonreirás con lágrimas en los ojos.

Somos una mala película.
A lo sumo una mala versión de una película
de la que alguna vez nos creímos protagonistas.
Un pastiche.
Una imitación sin alma fabricada por manos infantiles.
Somos dos niños perdidos; ¿no lo ves?

Bajo esta mesa está todo lo que siempre quisiste.
Pero yo… Deja que te lo diga:
Yo nunca quise ser como tú.
Aunque ahora necesite este abrazo,
aunque me sienta tan cerca de ti
que sería incapaz de hacerte daño.

Me tiembla la mano.
Tu mirada es firme.
De nuevo, hágase tu voluntad.