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Despertaste y todas ellas estaban allí.
Todas tus criaturas.
Todas tus hijas.
Nacidas de un parto doloroso
del que no guardas recuerdo alguno.

Te necesitan.
Conocen bien tus debilidades
y a ellas se aferran,
y tú, generosa y compasiva,
estrecharás sus garras entre tus manos,
y una noche más te dejarás morir en su abrazo
con una sonrisa.

No puedes someterlas.
Lo sospechaste desde el primer día,
pero ahora es una certeza;
cada una de ellas es una copia imperfecta de ti.
Lo que alguna vez quisiste ser
o lo que alguna vez, alguien, quiso que fueras.
Son solo eso;
un pensamiento, una idea.
Sombras
entre las ruinas quemadas de tu memoria.

Tú provocaste el Holocausto
y tú traerás el Nuevo Orden.
Un mundo sin lágrimas ni sometimientos
donde tus criaturas no teman perderse si se van lejos
y tú puedas por fin descansar
del desgarro perpetuo
de los abrazos prisioneros.