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Todo está en silencio.
No queda medicina en la botella
y tú estás desnuda.
O casi desnuda.
Sé que aún no lo he visto todo.
Aún no he visto nada.
Y me pregunto si alguna vez esas líneas que dibujas
te traerán hasta aquí,
o si son una barricada
para la batalla que te atraviesa.

La mañana traerá la tregua
y quizá la amenaza de que todo empiece de nuevo.
Todavía no sabes si esto es un don o una maldición.
Qué más da.
Nadie puede huir de la guerra.

Pero tú puedes salvarlos.
Calmarlos con tu voz
y trazar planes de una complejidad abrumadora.
Aunque no lo creas.
Aunque no lo sepas.

Las marcas de tus labios en la copa
y esa gota de sudor que avanza desde el cuello
anuncian que está cerca el toque de queda.
No pienses en ello.
No tienes que hacer nada más.
Voy a acercarme con cuidado
y a enredar mis dedos en tu pelo
y quedarme ahí.
Hasta que te duermas.