Tu labio superior.
Creo que era ese disco.
Y mi labio inferior.
Se necesitan.
Por una vez, todo encaja.
Y apenas se rozan;
están a la distancia adecuada
para ahogar las palabras
y sentir algo parecido a la electricidad.
Me separo hasta que vuelvo a enfocar tus párpados.
Seguimos unidos por un hilo de saliva casi invisible.
Y ahora son mis dedos los que rozan tu boca.
Reconozco esa cálida humedad que ahora observo con calma,
y esa otra que aún no puedo ver,
que es una promesa escrita en el rubor de tus mejillas
y susurrada en una lengua milenaria
por el ritmo de tu respiración.
Pero no pensemos en lo que va a suceder.
Por ahora, todo encaja.
Tu labio superior,
mi labio inferior,
y este aire que respiramos a medias.
Y sí, bailaré contigo.
Bailaremos juntos.
Y esto será solo el preludio.