Un hombre con falda de cuero me acaricia la muñeca.
Tú bailas dando vueltas, como si quisieras elevarte en espiral
y dejar atrás esa guerra de la que no me hablas.
Quisiera congelar este momento.
Cuando te acercas a mí y me susurras un beso al oído.
Cuando camino con la punta de mis dedos
desde el lunar de tu nariz
hasta ese otro debajo del ombligo.
No necesito tinta.
No necesito palabras.
Estos círculos que dibujo en tu espalda
y en tu vientre
son mi nombre,
mis intenciones.
Pero el momento ha terminado
y ahora, por alguna razón,
estás llorando.