El insomnio autoinfligido.
Los ojos recorren cada mala decisión;
cada tramo del camino que te trajo a esta habitación azul.
Todavía estás a tiempo de probar la medicina.
Todavía es noche cerrada
y mañana todavía es mañana.
¿Qué creías que iba a pasar?
La misma batalla, las mismas estrategias.
Ella se fue, o la dejaste ir,
o hiciste que se fuera.
Y no hay nada que duela más que esta ausencia.
Esta ausencia que casi puedes tocar.
Que huele como su pelo y duerme a tu lado.
Que te habla con su voz:
«Ven… Ven a buscarme.
Sigo donde nos separamos;
sentada al borde del acantilado».