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Tú viniste a mí.
Tú insististe.
Tú me pediste aquel beso
y aquellas tres madrugadas.

Tú empezaste a hablar de amor
(o de desamor).
Tú hablaste de promesas y contratos,
y después te asustaste.

Tú llamaste a la borrasca
con el mar en calma.
Tú exigiste los peajes que tú
no estabas dispuesta a pagar.
Tú trajiste a mi memoria el árbol del ahorcado
y los gritos,
y el jurado.

Tú, desde el estrado, me llamaste vanidoso.
Tú manipulaste las pruebas
para que todo pareciera idea mía.
Tú me pediste por la mañana que no me fuera
y después saliste corriendo
hacia el palacio que no tienes.

Tú envenenaste el vino y la comida.
Tú me reprochaste todo ese dolor.
Tú abriste la puerta.
Tú la cerraste.
Y te contaste mentiras,
y por supuesto te las creíste.

Tú… Tú…
Tú y yo.