La noche aún era fría.
Nos movíamos de puntillas por el pasillo del invierno
buscando a ciegas un rayo de luz.
Pero el momento no iba a llegar;
sólo presagios,
sólo fantasías de otras noches ya vividas.
De otras noches que ya ardieron
en el crematorio de todos los sueños.
Teñimos las banderas con ceniza blanca
y nos despedimos en son de paz.
Hasta la próxima.
Hasta la siguiente.
Hoy no es un mal día.
Hoy los cristales no arañan las venas.
No hay nadie más en el camino de baldosas amarillas;
pero no es un mal día.
Sé que si estuvieras aquí preguntarías:
«¿Comparado con qué?».
Y ya sabes mi respuesta.
«Comparado con los días en que no hay preguntas».