Y vuelta a empezar.
A la amabilidad de los desconocidos,
a la añoranza pasajera de lo que ya no conozco,
o a la mirada embustera frente al cristal opaco de la noche anterior.
Hay que pagar un precio, recuérdalo.
Todos tienen que pagar.
Y el sacrificio ritual es, por ahora, la mejor alternativa.
Porque es cierto que aquello no era una salida,
y ya he comprendido que esta no es mi casa.
Que no quiero estar aquí.
Que la humedad de las paredes llegó para quedarse,
que no hay pintura ni racha de amor que la hagan desaparecer.
Vuelta a empezar.
Esta vez presta atención a los detalles.
A las luces rojas,
a las líneas rojas,
y que los únicos grilletes sean los del presente.
Haz lo que tengas que hacer.
Muere o mata,
sin prisioneros.
No vayas por ahí plantando los cimientos de una nueva canción.
Porque no será nueva,
y sabes que últimamente no quiero cantar.
Ya fue suficiente.
Sólo quiero esperar
-tal vez contigo-
y ver pasar los personajes que descartamos de la obra.