Al final del invierno encontré un espejo
y unas manos que moldeaban el barro
a imagen y semejanza de sus propios miedos.
Me dije: «Esta vez mantendré la calma.
Esta vez no habrá fuga de la prisión,
y el teatro de lo absurdo
abrirá sus puertas sólo algunas madrugadas».
Me senté delante de ella.
Se acercó. Se acercó un poco más.
-¿Cuántos años tienes?-, preguntó.
-¿Ahora?
-Ahora mismo.
No me lo pensé.
-Ahora mismo, sólo quince.
No fue lo último que dije;
pero fue lo único con cierto sentido
desde que Octubre me golpeó en las rodillas.
Sólo quince. Ahora mismo.
No sé si he regresado o si nunca me fui.
Y sé que te espanta oírlo.
Que vivir en el alambre sólo es vida
cuando no queda otro sitio.
Pero esto es ahora mismo.
Entiéndelo.
Quédate, si quieres ver el desenlace,
o sal de aquí si todo esto ya lo has visto antes.