Trampas al anochecer.
Trampas en la casa y a la vuelta de la esquina.
Trampas en la red social,
en los consejos de los amigos,
en el armisticio de los enemigos.
Trampas en mi cabeza
y a dos palmos de mis labios.
Trampas en la ceremonia de la seducción,
en su espalda,
en esta sonrisa de gala
que esbozo casi de forma mecánica.
Trampas en las pastillas de la felicidad,
en el pulso sin descanso de las olas,
en la orilla, o mar adentro.
Trampas como fauces de lobo
en el bosque de la infancia,
en las cuatro paredes de la adolescencia.
He fabricado un escudo
con las páginas garabateadas del invierno.
Un escudo de papel para resistir el diluvio,
y mientras esperaba
soñé que otra vida era posible,
y en el sueño estabas tú, pero no eras tú.
Quizá tampoco era yo.
Trampas sofisticadas o rudimentarias.
Da igual.
El camino las atraviesa.
El camino son ellas.
Trampas de metal que desgarran la carne,
trampas de madera y cuerdas
que sólo hacen prisioneros.
Trampas en las grandes preguntas,
en las decisiones correctas,
en los subterfugios.
Por una vez, escucha, por una vez
enfréntate a la tormenta sin ese escudo.
👏👏👏
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Gracias, Pippo. 😊
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