No sé lo que tengo que hacer.
No sé si es demasiado tarde.
Si la noche ha sido tan larga
que el sol se ha acostumbrado a no salir.
No vine para quedarme,
pero me quedé toda la vida.
Todas las vidas.
Mis dominios son dos versos, no más.
Y el resto no me pertenece.
El resto no sé si lo quiero,
aunque lo sueñe.
He soñado más de dos vidas,
y si te digo la verdad… No las quiero.
Recuerdo que una vez llegué al borde del desierto.
Exhausto, destruido.
Y pareció una conquista.
Que después de aquello nada volvería a hacerme daño.
Y bajé la guardia.
Me guarecí en tus brazos, y en los suyos,
y en los de cualquiera que ya no tuviese nada que perder.
¿Y yo?
¿Qué tengo yo que perder?
Pero esa no es la pregunta.
Dime, ¿qué puedo ganar?
Que no, esa tampoco es la pregunta.
Dime, ¿puedo ganar?
Veo que apartas la mirada.
No hay más preguntas.