Todo está igual.
Esto ya lo he escrito antes, y suenan las mismas canciones.
Duelen las mismas heridas
y ahora caigo en que me he estado moviendo en círculos,
alrededor de un espejo al que no quiero mirar.
Que ha estado ahí todo el tiempo.
Todo el tiempo.
Ahora lo sé.
En el punto ciego de la memoria,
como una amenaza invisible,
como un tigre en la jungla,
o un ser de otra dimensión.
Anoche recé un Padre Nuestro,
y lo poco que recordaba del Ave María.
Clavos ardiendo,
carteles con un «Esto no es una salida».
Necesito dejar de creer en nada.
Necesito creer que algo es posible.
Algo. Aunque sea entre la nebulosa química de la madrugada.