He tomado tu corazón al asalto,
y finjo ser un invasor benevolente
que llegado el momento mostrará misericordia.
Pero puede que no sea así.
Puede que todo acabe en llamas.
Humo, llantos y cenizas.
Y las lanzas de la victoria clavadas en tu pecho.
Esta vez no ha habido tambores de guerra
ni mensajeros del miedo.
Los mapas y los planes a buen recaudo
y húsares apostados en todas las salidas.
Esta vez no habrá prisioneros;
sólo el avance voraz y despiadado
de un ejército de demonios.
Todos los que han nacido en mi cabeza,
noche tras noche,
desde que arañó el cielo el último cometa.
Aun así, confío en tus defensas.
En tu voz de mando
y en tu estrategia de retirada.
Quizá consigas matarme con ese cuchillo
que dejé bajo tu almohada.
Y entonces te susurraré al oído
que nunca imaginé un momento tan perfecto.