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Es sólo un instante,
y después podrás volver a respirar
y a disfrutar de todo lo que es tan pequeño
que ni siquiera cabe en la memoria.

Que nunca pretendí hacerte daño,
eso es tan cierto
como que te lo he hecho.
Y crees que todo ha sido indiscriminado.
Y que porque no encuentras una sola razón
puedo arreglarlo.
Así, sin más;
sin un manual de instrucciones que me enseñe
a coser las heridas
-las tuyas y las mías-
ni un mapa que trace la ruta
entre el amor y las intenciones.

Pero mi brújula,
oxidada y golpeada por la marea,
me ha traído de vuelta a esta isla que se llama Desventura,
y sé lo que pasará ahora.
Y mañana,
y los cien días que están por llegar.

Nada.

Nada.

La danza del oleaje
convertida en martilleo insoportable.
El sol que deja de calentar el corazón
para abrasar cualquier rastro de vida.
La rutina indolente de quien no sabe sentir.

O nadar hacia aquella otra isla
llamada Arrepentimiento.