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Y sin embargo hoy ha salido el sol;
un sol brillante, casi impertinente,
en un cielo azul atravesado por las estelas
de todos los que ya se han ido.
Porque tenían que irse.
Porque el sol y el cielo limpio de nubes
no significan nada
si ya no te espera nadie.

El mundo parece más trivial,
más vacío.
Las conversaciones son intrascedentes
si no hablan de nosotros
y de todo esté dolor de canción de la Piaf
-dirás que autoinfligido-.
Pero esto no es un himno al amor.
Ni siquiera una despedida.
No hay abrazos en la puerta de embarque.
No hay souvenirs
-si acaso alguna corona de flores-.

Sigo pensando en la manera de no perdernos;
de devolverte la sonrisa
ahora que otra vez miras al norte
y las maletas vuelven a estar abiertas,
y que la tristeza amenaza con descender,
como un tornado,
sobre lo que creía haber dejado atrás.