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Es esta enfermedad
que controla cada paso que doy.
Cada paso que he dado
desde que aún creía en los magos
y en los héroes de las películas.

Todos los síntomas son el mismo.
Todas las víctimas son la misma.
La escena del crimen se repite;
se repite ad nauseam.
Y yo te daría la vida entera,
pero es un carrusel que gira y gira
sobre la ciénaga de una tierra baldía.

No, nadie quiere hablar de culpa
cuando hay un cadáver todavía caliente
en medio de la habitación.
Pero alguien tiene que pagar.
Recoger los platos rotos, y llamar al juez.

Nadie ha visto nada, Señoría.
Nadie podía esperárselo.
Estas cosas pasan, ya sabe.
Cada día, a cada hora.
No tienen importancia,
y nadie tiene la culpa.