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Me pregunto si lo que busco en ti
es toda esa belleza,
en parte locura y en parte vulnerabilidad,
o la incógnita de un sabor que no he probado.

Cualquiera diría que llevamos seis años
jugando al ratón y al gato.
Es lo que parece.
Fingimos que nos queremos como hermanos,
pero siempre terminamos en otros labios,
en otra cama -o en la misma, pero en otros brazos-.
Y nos vemos, si nos vemos,
para lamernos las heridas y afilarnos las garras
mientras aparece la siguiente víctima.

No te negaré que me das miedo.
Como pasa con todos los asuntos pendientes,
uno nunca está preparado.
Nunca es el momento.
Ahora suena «State of Love and Trust»
y caigo en la cuenta de que es eso lo que nos falta.
Tal vez sea una señal.
Y si lo es,
he aprendido a ignorarla.
Me he obligado a quemar los puentes
antes siquiera de entrar en la batalla.

¿Qué podrías hacerme?
¿Qué podría hacerte?
Despertar cada uno en su infierno favorito
podría servirnos de cobijo.
O podemos arder eternamente
y quedarnos con las ganas.
Porque, tal vez, después de todo,
aquí no esté pasando nada.