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He extirpado este corazón
que dejé crecer y crecer durante meses
en mi costado izquierdo.
Y lo he hecho sin anestesia ni coagulante.
Quiero que corra la sangre
para que me recuerde que yo,
y sólo yo,
soy el único culpable.

Y ahora, ante este charco rojo oscuro,
experimento el vértigo de lo que no tiene remedio.
Ahora, con una noche por delante
que será más oscura que la sangre,
me encomiendo a ese polvo blanco y compacto
que con suerte traerá el sueño
sin sueños.
Y mañana
el dolor ardiente de la herida aún sin coser
tal vez me convenza de que hice lo correcto.