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Siempre
-y siempre es siempre-
necesito saber cómo va a terminar todo.
Y cuándo. Y por qué. Y para qué.
Aun habiendo comprendido que lo que poseo
sólo existe en este preciso momento.
Que el tiempo es una ilusión
y la muerte la única certeza;
la única previsión que no admite apuestas.

Es posible que me encuentre a la misma distancia
de la salida y de la línea de meta.
Acostumbrado, como estoy,
a esconder bajo la cama esta maleta llena de planes,
empiezo a pensar que no son planes lo que saco de mi vista
sino partes del camino.