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Hay quien duerme cada noche con su enemigo.
Porque, al fin y al cabo,
el enemigo también da calor.
Te conoce mejor que nadie.
Hasta que una mañana,
una mañana cualquiera,
te despiertas solo,
con la sensación de haber perdido una buena oportunidad.
Quizá un buen amor.
Algo que antes no estaba ahí.
Y ahora no hay nadie más en la habitación,
aunque sepas que dormiste con alguien.
Ella ya se ha ido,
pero sigues en la cama,
solo,
solo contigo mismo.
A solas con el enemigo.