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La noche es siempre más oscura
a las tres de la madrugada.
Cuando una mujer o un hombre
caminan solos por sus sueños,
entre fantasmas y acertijos indescifrables.
El cuerpo, vencido por el agotamiento,
y el alma, que nunca descansa.
Los ojos no se acostumbran al negro absoluto
de un segundo antes del amanecer.
La luz está prisionera
en la cárcel de recurrencias de la cabeza.

Todos los sueños son pesadillas.
Todos hablan de lo que perdiste
o lo que perderás.
Todos hablan de ti.
Sólo de ti.
Quizá de la madre que nunca tuviste.
Quizá, o sobre todo, de tu fragilidad.