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He abierto este libro en blanco
convencido de que tenía algo que escribir.
Algún secreto inconfesable o vergonzante;
un sueño,
una aventura,
una conversación.
Pero todo lo que puedo decir
es que ha vuelto a salir el sol,
y que ese cielo de ahí arriba,
y esta tierra de seres indefensos,
parecen, por un momento,
bailar en perfecta armonía.

Debería cerrar el libro.
Limitarme a respirar.
O tratar de levantar una pared
entre mis pensamientos y yo.
Una bien alta.
De un blanco tan luminoso que nadie ni nada,
ni siquiera un pensamiento,
pueda mirarla.