El verano eterno
es el único antídoto
para la procesión que va por dentro.
Más madera.
Necesito más madera,
y una convicción.
El rumor desesperado
que habita los confines de mi cabeza
no se detiene tan fácilmente.
Si el mar no cesa,
seguiré sobre esta ola que me acerca y que me aleja,
que nunca toca tierra.
En son de paz eres bienvenida,
pero debes saber que mis labios,
en la mañana siguiente,
siempre estarán sellados.
Son fríos. Y mienten.
No serán tuyos.
Ni siquiera míos.
Un beso en la mejilla
de esta lápida hermosa y provisional.
Me falta piel para cubrir
lo que no debo mostrar.
Estiré tanto el sudario
que el tacto no me alcanza.
Y en la balanza trucada de lo que perdí
y lo que gané;
una naranja momificada, tu imagen
y promesas de un futuro peor.