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Un ángel pasó por mi ventana,
y detrás el demonio de dientes afilados.
He visto bebés apostándose la vida,
mamando de los pechos del vagón de cola,
con el corazón anestesiado.

La niña más preciosa ha muerto.
Sus padres le lloran bolitas de anís.
Su caballero andante rebusca en la basura.
Encuentra una corona de flores marchitas.
Flores para la reina de las alcantarillas.
Te quiero. Te quiero. Te quiero.
Volveremos a vernos, un día cualquiera.

La niña más preciosa ha muerto.
Los perros salvajes ladran su nombre.
Les dijo que no estuvieran tristes.
«Ahora tengo lo que siempre quise».

(La niña más preciosa ha muerto, diciembre 2004)