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Sangre,
todo el amor que derramas por mí.
Pero no te pido nada.
Yo me planto aquí.
Sangre,
tan pálido que no reconozco mi reflejo.
No me debes nada,
ni siquiera desprecio.
Sangre,
que ya nos llega a las rodillas.
Y no te pido nada.
Aquella es tu orilla, esta será la mía.
(Sangre, diciembre 1998)