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Era tarde.
Sólo para mí.
Tarde para creerme mis propias mentiras,
tarde para dar las buenas noches.
Pero todos los que estaban conmigo,
y todos los perros, y algunos gatos,
todos se marcharon sin ti y sin mí.

Lo que no esperaba
vino corriendo por detrás.
Doblé otra vez las rodillas,
y no me acabo de acostumbrar.
Tuya es la iniciativa,
no se trata de perdonar.
Ya avisaron a los que buscan nuevas vidas.

Era tarde.
Sólo para mí.
Tarde para tratar de ser justos,
tarde para encontrar el amanecer.
Parece extraño, admito que sí.
Pero ahí está la luna, desesperada;
el universo y todo lo demás.
Hoy sólo queda este cielo para ti y para mí.

Hazte las preguntas que me quieres disparar.
Tampoco yo he llegado adonde quise llegar.
Y aunque eso no te ayude, sólo puedo esperar.
Nunca estuve de vuelta de ningún lugar.

(Tarde, noviembre 1997)