Que recuerde,
vi tus pies desnudos,
un tatuaje al borde del ombligo,
la toalla mojada y la foto del tío aquel que no sabía follar.

Que recuerde,
me has contado secretos que no eran secretos sino indiscreciones.
Esperando indiscreciones a cambio,
o un bulto en mi pantalón.

Que recuerde,
no te he dicho “te quiero”.
Yo finjo que eres una loca peligrosa;
tú finges que soy medio maricón.

Y así nos vamos a tirar toda la vida.
La casa está sin barrer.
Nos falta disciplina.
Nos sobran motivos para aferrarnos a las máscaras,
y santiguarnos ante ese rostro maquillado que engaña al espejo,
y a todos los demás.

Pero si suena la campana,
te espero en el centro del ring.