Hay días en que todo no es suficiente.
Nada puede salir bien,
porque en el fondo da igual.
Porque cuando pregunto,
«¿Qué necesitas, Enrique?»,
la respuesta tarda en llegar,
o nunca llega.
Y llego al final del día,
y la capa de cal viva que cubre mi corazón
empieza poco a poco a desvanecerse.
Y entiendo lo que sucede.
¿Qué necesito?
Necesito que el día muera,
que se disuelva, como la cal.
Hay días asesinos
y como asesinos deben morir.
Sin juicios, sin jurados,
sin orden de detención.
Sólo el día y yo en una habitación cerrada.
Y sólo uno saldrá vivo.