Etiquetas

,

En días como hoy,
cuando el cielo vestido de tormenta
no demuestra más clemencia
que las nubes grises de mi cabeza;
en días como hoy, decía,
sólo necesito que el mundo se detenga
y que todos se arrodillen, en silencio,
alrededor de este pozo frío y oscuro
que alguien, quizá yo mismo,
ha perforado en mi pecho.
En días como hoy
no puede haber nada más importante.
Ninguna tarea, ningún amor, ningún rito.
Ni siquiera el funeral de lo que creemos haber sido.

La comida, sin tocar, encima de la mesa.
El estómago tan vacío que duele.
Pero lo único que puedo masticar
es este miedo a lo conocido.
Y sí, ya sé que debería escupirlo;
pero tengo hambre, y sed.
Y algo más.
Y me engaño, y me digo que esta vez
lo podré digerir o al menos encontrarle algún sentido
a lo que me está matando desde niño.

Respiro y me giro hacia el otro lado de la cama.
No hay nadie aquí, y lo peor es que
no quiero que lo haya.
No en días como hoy,
cuando, en algún punto de la madrugada,
la noche le robó el color al día
y olvidó devolvérselo por la mañana.