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Suave es la caricia de la despedida.
Temblorosa, me atenazas aún más fuerte.
Falsa es la sensación de no conservar nada.
Parece real, como esta muerte anticipada.

Sin juicio ni licor que aturda lo racional,
me someto a los códigos primordiales.
De la lealtad a la desesperanza.
Como siempre dices: «Busca un poco más».

Húmeda es la hierba que nos lleva tan lejos.
Cansada, abandonas el ritmo que nos da la fuerza.
Sin talento ni sustancias agresivas,
hago recuento de reinas y corazones.
Me darás la vida eterna, o me darás pobreza.
Me tendrás bajo la cuerda de todas tus decisiones.

Silenciosamente.
Repentinamente.
Silenciosamente.

(Reinas y corazones, agosto 1998)