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Amanece un día en el que el cielo eres tú.
Las constelaciones mienten;
mi brazo derecho, mi calma, eres tú.
Permaneces quieta mientras yo busco la muerte.
No tengo sangre ni rumbo,
ahora pareces diferente.

Dime si esto no es real,
tengo frío y aún no es septiembre.
Dirás, «Yo también».
Siempre fuiste generosa.

Amanece un día en el que el sueño eres tú.
Las apariciones tienen la misma silueta que tienes tú.
Permaneces quieta mientras yo beso a la muerte.
No tengo sangre ni rumbo,
sólo intento no perderte.

Dime si esto no es real,
tengo frío y aún no es noviembre.
Dirás, «Quédate».
Siempre fuiste caprichosa.

Y amanece un día en el que puedo ser tú.
Las conversaciones pierden el talento y la magia;
ahora eres tú.
Permaneces quieta mientras yo niego a la muerte.
No tengo sangre ni rumbo,
no tengo nada que ofrecerte.

Dime si esto no es real,
tengo frío y aún no es diciembre.
Dirás, «Olvídate».
Siempre fuiste rencorosa.

(Hielo, marzo 2000)